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«VOLUMEN» DE JUEGO (Por Germán Bernhardt)

¿A que nos referimos cuando hablamos de VOLUMEN de juego?

El lenguaje tiene sus propias leyes, sólo se cambia a través de procesos históricos y a través de consensos colectivos. Cada actividad en particular genera sus propios códigos, su propio lenguaje, tanto por factores geográficos (dialectos), sociales (sociolectos), etarios (cronolectos), entre otros. Más específico, acorde algunos autores es el Tecnolecto, que se refiere a las palabras y locuciones propias del lenguaje profesional. Aquí es donde el básquetbol, como cualquier otra actividad genera su propio espacio léxico. “Chasss; donqueala; enterrala; cross over; flotadora; la caselita; kiki move; bandeja sobaquera (“sobaqueala”)” son términos que probablemente se malinterpreten, o directamente no se interpreten por gente no relacionada con la actividad del básquet.

De hecho no todas las personas que entienden de básquet saben qué significan todos estos términos. Estas palabras irrumpen en el mercado de la pelota y se ponen de moda por épocas: hay épocas en que se habla más de “paso cambiado”, otras de “slalom”; épocas que se habla más en términos de “química”, otras de “ensamble”; a veces se ponen de moda frases por su genialidad. Ejemplo de ello: un amigo y compañero de básquet, tomaba un lanzamiento de tres puntos con el defensor cerca. En medio de un acto de pura confianza, y generando fastidio en dicho defensor, mientras la pelota iba en el aire decía: “Practicá saque, querido”. Una frase poética.

De la misma manera por estos tiempos se vuelve a escuchar un concepto que no está muy definido, sino más bien se entiende inconscientemente, o peor aún, cada uno lo entiende de manera diferente: “Volumen de juego”. Yo me pregunto a qué se refieren, jugadores, entrenadores, dirigentes, prensa, público en general con “volumen de juego”.

Etimológicamente, volumen sirve para nombrar la corpulencia o bulto, o sea la magnitud física de algo que se exprese en alto, ancho y largo. También es un concepto subjetivo sobre la intensidad del sonido, o sobre el espesor de algunos elementos. Con lo cual se plantean algunas preguntas más direccionadas a nuestro propio concepto dentro del basquetbol: ¿Si tengo jugadores más “grandotes” el equipo tiene más “volumen”? ¿Si los jugadores tienen un tono de voz elevado, es un equipo con “buen volumen”? ¿Si los jugadores cometen faltas con intensidad, es un equipo con un volumen de agresividad alto? La respuesta es más que obvia: sólo unas líneas de sarcasmo me abordaron.

El concepto, que es mucho más importante que la terminología que le demos, entiendo que debería referirse a la capacidad de ABARCAR la mayor cantidad de facetas como equipo en un partido de básquet: saber cuándo jugar contraataque y cuando ofensivas estacionadas; saber cuándo y a quién pasarle el balón; entender que hay momentos del juego que son diferentes a otros; a veces entender que en ataque estacionado hay que darse mayor cantidad de pases; que en los momentos que se defiende toda la cancha, los cinco jugadores estén comprometidos a hacerlo (lo mismo si la defensa planteada es “zona”); que las rotaciones defensivas se hagan de manera correcta y que los equipos no sean sencillos de ser abatidos por sus oponentes. Por supuesto puede generar cierta polémica o debate entre los distintos actores el incluir algunas facetas dentro de “volumen de juego” o no. Por ejemplo, los porcentajes de lanzamientos convertidos y errados que el equipo tira, ¿se incluyen o no en el “volumen”? ¿Podemos manejar dicho porcentaje de manera consciente, o sólo podemos esperar tener una buena selección de lanzamientos con el objetivo, en el mejor de los casos, de convertir mayor cantidad de tiros?

Por otro lado, ¿qué es lo que se consigue efectivamente al conseguir “mayor volumen de juego”? ¿Te asegura conseguir victorias o los equipos un tanto mas anárquicos y ciclotímicos también pueden ganar? ¿Es más vistoso para el espectador (para el espectáculo) observar un equipo anárquico o un equipo que sabe a lo que juega y lo desarrolla de manera sólida? Las respuestas a estas preguntas son muy subjetivas. Cada uno relata la historia desde la mirilla de su puerta. Por lo tanto, cada uno de los que participan de una u otra manera en esta actividad tiene la respuesta de acuerdo a sus propios paradigmas. Lo importante sería entonces poder definir con cierta precisión a qué nos referimos, y qué abarca el concepto al que hacemos referencia, para saber exactamente desde qué punto de vista hablar. Si no, ocurre al igual que con el lenguaje, que hablamos de lo mismo, con distintas palabras, o que hablamos de cosas diferentes, utilizando erróneamente las mismas palabras.

Con el fin de darle forma a un término con relevancia en nuestro tecnolecto, intenté aquí, desde mi percepción personal, y de manera reducida, generar un acercamiento a la definición de este concepto holístico llamado VOLUMEN de JUEGO.

Hasta la próxima.

GERMÁN BERNHARDT
Jugador de Unión de Sunchales

El clásico

Columnistas Germán Bernhardt
Como parte del folclore del deporte, se generan los bien conocidos clásicos. Algunos con más historia que otros, algunos con más rivalidad que otros. Algunos de estos partidos en la actualidad o en la historia son y fueron: Atenas vs. Ferrocarril Oeste, Peñarol vs. Quilmes, Libertad vs. Unión de Sunchales, Progesista vs. Alvear de Villa Ángela, Italiana vs. Española de Charata, Quimsa vs. Olímpico, Argentino vs. Ciclista de Junín, etc. A nivel profesional, cuando los jugadores no son necesariamente hinchas de los clubes, se genera una situación de la que la gente es protagonista y no los equipos. El juego en cuestión es en sí una anécdota, el motivo pasajero, como la cena de Navidad es el motivo de la junta familiar. Comienzan las cargadas, apuestas, “pasadas de factura” históricas entre grupos de amigos, dirigentes, ex empleados de los clubes, que a veces traen una cola de cuestiones que exceden ampliamente lo deportivo para pasar al terreno de la rivalidad, la bronca, el resentimiento entre “viejos conocidos”… el club “de los ricos” vs. el club “de los pobres”, el club “de los helados” vs. el club “de los cojonudos”, el equipo que “juega bonito” vs. el equipo “rústico”… Y las respectivas combinaciones de estos factores: “este equipo juega lindo, son ricos, pero pierden”, o viceversa, “rústicos y todo, con 2 pesos, ganan”. Esa es la clase de combinación que la gente traslada a sus trabajos, sus relaciones, etc.

Entonces, ¿qué son todas estas definiciones para la gente que no sea justificar y reconocer-se sus propias características o su momento de la vida? Y por ello, la derrota o la victoria cala hondo en los corazones de los hinchas.

En consecuencia la semana posterior a los clásicos deja en el haber una importante cantidad de carne, cabrito, cerdo, bebidas alcohólicas y no alcohólicas vendidas, en donde unos damnificados pagan y otros beneficiados hacen la digestión de tan bellos productos, mientras se deleitan gozando a sus contrincantes, o en el mejor de los casos comiendo con ellos por la compasión del derrotado.   En casi la totalidad de los casos, son partidos diferentes, con un marco de público mucho mayor en cantidad y en vehemencia, en los cuales los jugadores y cuerpo técnico tienen que disfrutar de esa experiencia y donde dirigentes e hinchas deben sufrir, como sufre quien espera que “su” caballo llegue primero en el hipódromo.

Como ya está probado, el ser humano no actúa de la misma manera sólo que cuando está en masas de gente. Las cosas se desvirtúan fácilmente, y hasta los más responsables y callados se desconocen cuando los ambientes deportivos “se caldean”. En esto hay que tener mucho cuidado, y las autoridades no pueden hacer caso omiso a esta cuestión. Hay que recordar y mantener a rajatabla el concepto de que el básquetbol es un espectáculo para toda la familia, en un ambiente cerrado, con estructuras que muchas veces no brindan las mejores condiciones ante un eventual problema. Es aquí donde debemos encargarnos de recalcar, sobre todo en las semanas inmediatamente previas a estos encuentros, que la rivalidad y competencia deben desarrollarle en un clima cordura, de sano humor y sanas “cargadas”, en donde de ninguna manera deben sufrir consecuencias físicas los espectadores que fueron a disfrutar de un espectáculo. Esta aclaración, en nuestro país, creo que nunca está de más.

Hasta la próxima.

GERMÁN BERNHARDT
Jugador de Asociación Italiana de Charata

“Nadie se baña dos veces en el mismo río”


Los inicios de las temporadas siempre traen la incertidumbre de saber qué va a ocurrir con el equipo. ¿Ganaremos, perderemos, jugaremos lindo o un básquet rústico? Por supuesto que la característica de los jugadores que tiene un equipo te da una pauta, un indicio que intenta responder a estas preguntas. En todos los deportes en conjunto se genera una sinergia de equipo (que intenté desglosar conceptualmente o describir en mi primer columna de Básquetblog) que potencia o disminuye las capacidades individuales de jugadores y cuerpo técnico por igual. Es este cambio de piezas, este cambio de engranajes el que genera maravillas en algunos jugadores y detrimento de rendimiento en otros: “¿Cómo puede ser que Fulano de tal la rompió la temporada pasada y esta temporada la está pateando?”, “¿Por qué si la temporada pasada este jugador hacía esto y aquello, esta temporada no lo hace más?”, “¡Cómo creció este jugador: la está rompiendo!”. Son todas frases comunes en el ambiente basquetbolístico, y dependen en más de una ocasión de esa manera de engranar capacidades con los jugadores que se tiene al lado. Haciendo una analogía con la frase de Heráclito que le dio título a esta columna, temporada a temporada el contexto y la coyuntura cambian: todo río, por serlo, es y no es el mismo. Lo es en su cauce, pero no lo es en su corriente, en el incesante flujo de sus aguas.

Por supuesto que hay ambientes propicios o adversos para desarrollar las capacidades y ponerlas o no en función de un equipo, pero es en esta magia de equipo donde la temporada no será “sólo una temporada más”. Es aquí donde radica la verdadera riqueza de las profesiones. Los entrenadores pueden entrenar cuestiones tácticas, técnicas, impartir valores, cultura a sus equipos. Pero cuestiones de personalidad como la tolerancia entre los integrantes, el reconocimiento mutuo, la empatía que se logre, el adecuado engranar de personalidades es el que logrará darle valor agregado a un equipo de capacidades limitadas, o disminuir el rendimiento en equipos que sólo tengan “nombres”.

Todos los que jugamos este deporte profesionalmente sabemos que todos los años algo de esto ocurre: Equipos “tapados” que hacen muy buena liga, equipos de grandes presupuestos que terminan lejos de cumplir los objetivos planteados, y equipos que cumplen a la larga con sus objetivos, por capacidad individual, grupal y condiciones favorables para el desarrollo de los planes trazados.

Dicho esto, creo que es bueno comenzar todas las temporadas con cierto aire de frescura, de una sana incertidumbre que potencie a los equipos menos valorados, y por otro lado haga “concentrar” a los grandes para evitar relajaciones, subestimaciones y puedan llevar adelante los resultados deseados.

De esta manera, el básquetbol en general debería aumentar su nivel, para encontrarnos la temporada que viene un paso más arriba de donde nos encuentra hoy. En definitiva, lo que trato de delinear es que cada temporada es diferente, cada partido es diferente (¡sobre todo en playoffs!), inclusive cada día es diferente (quizás esto es lo más lindo a la larga), por lo tanto “nadie se baña dos veces en el mismo río”.  Hasta la próxima.

GERMÁN BERNHARDT
Jugador de Asociación Italiana de Charata

Playoffs


Generalmente, durante toda la temporada se espera que llegue este momento. La adrenalina se triplica, la motivación también. Cada pelota vale más. Aparecen esos mitos o verdades: “jugadores de playoffs” o “técnicos de playoffs”.

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Vivo al revés


Aparentemente nuestro básquet se desarrolla entre los meses de agosto a mayo, por correlación con la agenda de básquet internacional. De esta manera, la competencia va a contramano con el calendario de cualquier actividad sin una causa sólida que le dé explicación. Por el contrario, creo que hay más de un argumento para estar de acuerdo con un cambio de dicho fixture y, por lógica, realizar la competencia entre los meses de febrero a noviembre, o marzo a diciembre, por ejemplo. Algunos serian:

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El vestuario


No estamos hablando de la indumentaria deportiva de los clubes, ni de las maneras de vestir de la gente a la hora de ir a presenciar un espectáculo deportivo. Queremos centrarnos en el lugar más parecido a un “hogar del equipo”, donde ocurre y se dicen cosas íntimas del mismo, un espacio de suma confianza en el cual existe un código social interpretado como por arte de magia por todos los integrantes: hay cosas del vestuario que quedan allí mismo.
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